jueves, 30 de agosto de 2012

Porque es bueno compartir el pan

El siguiente fragmento lo extraje del libro “Jesús me quiere” de David Safier y que me pareció tan fabuloso que simplemente tengo que compartirlo
Puesto que no podía marcharme, sólo me quedaba una alternativa. Tenía que cambiar de tema. Busqué desesperadamente una salida a aquella conversación y la encontré.
—Oh, mira, Joshua, hay alguien meando entre los arbustos.
De acuerdo, hay maneras más elegantes de salir de una conversación.
Pero, efectivamente: a orillas del lago había un sin techo orinando en unos matorrales. Sí, incluso en un lugar tan idílico como Malente había parados, gente que vivía de las ayudas sociales y gente que charlaba animadamente con las farolas en la zona peatonal.
—Ese hombre es un mendigo —constató Joshua.
—Sí, eso parece —repliqué.
—Tenemos que compartir el pan con él.
—¿Qué? —exclamé perpleja.
—Compartiremos el pan con él —repitió Joshua.
«¿Compartir el pan?», pensé. «Eso sólo se hace con los patos.»
Joshua se levantó, dispuesto realmente a acercarse a aquel hombre, un poco grueso y sin afeitar, para invitarlo a sentarse a nuestra mesa. La cita estaba a punto de convertirse en un viaje alucinante.
—No tenemos que compartir el pan con él —dije en voz muy alta y un poco aguda.
—Dame una razón para no hacerlo —contestó Joshua serenamente.
—Hmmm —busqué un argumento razonable, pero sólo encontré—: No... no tenemos pan, sólo pizza.
Joshua sonrió.
—Entonces compartiremos la pizza. —Con estas palabras se fue hacia el sin techo y lo trajo a la mesa.
El vagabundo, que dijo llamarse Frank y tendría unos treinta y pico largos, no le daba el mismo significado que yo a la palabra «compartir»: cogió nuestras pizzas y sólo nos dejó la ensalada que servían de guarnición, encharcada en vinagreta. Entretanto nos explicó que había pasado el último año en el talego por atracar una tienda Telekom porque no tenía dinero.
—¿Por qué una tienda Telekom y no un banco? —pregunté.
—Pensé que se lo habían ganado por tener unas tarifas tan opacas.
Se le podían reprochar muchas cosas a Frank, por ejemplo, su desinterés por el desodorante, pero su lógica tenía fundamento.
—¿Cómo llegaste a estar tan necesitado? —preguntó Joshua después de que Frank le hubiera explicado qué era una tienda Telekom.
Joshua le sirvió un poco más de vino al vagabundo. Demasiada compasión, consideré. Me incliné hacia él y le dije:
—Pagamos y nos vamos.
Pero Joshua recalcó:
—Continuaremos partiéndonos el pan con él.
Furiosa, pensé: «Con lo que apesta ese tío, ahora mismo partiría yo otras cosas.»
Frank ya estaba contestando la pregunta de Joshua:
—Perdí mi trabajo en la compañía de seguros.
—¿Por qué?
—Dejé de aparecer por el trabajo.
—¿Por algún motivo? —preguntó Joshua.
Frank titubeó, parecía albergar un recuerdo doloroso.
—Puedes sincerarte conmigo —dijo Joshua con su voz agradable y tranquilizadora, que te comunicaba: «Confía en mí. No te hará daño.»
—Mi mujer murió en un accidente de coche —explicó Frank.
¡Oh, vaya!, pensé.
—Y yo tuve la culpa.
Entonces me compadecí de Frank y le serví un poco de vino.
Y a mí también.

Frank nos habló del profundo amor que sentía por su mujer y de la terrible noche del accidente. Era la primera vez que se explayaba hablando de ello con alguien. Frank iba a una fiesta con Caro, su mujer. Circulaban por una carretera y un viajante hizo una maniobra de adelantamiento por el carril contrario. Los coches chocaron de frente y Caro murió en el acto. Y tenía tantos planes en la vida: por ejemplo, acababa de empezar un curso de la danza del vientre.
—¿Conducías demasiado deprisa? —pregunté.
Frank movió la cabeza.
—¿Podrías haber reaccionado de otra manera? —insistí.
De nuevo movió la cabeza.
—Entonces, ¿por qué tienes tú la culpa? —pregunté tragando saliva.
—Porque... porque ella murió y yo no —contestó, y se echó a llorar.
Por primera vez había hablado con alguien de sus sentimientos de culpa y por primera vez podía dar rienda suelta a su tristeza. Joshua le cogió la mano, lo dejó llorar un rato y luego le preguntó:
—Tu mujer, ¿era una buena persona?
—Era la mejor —respondió Frank.
—Entonces, selo tú también —dijo Joshua con su voz suave y convincente.
Frank dejó de llorar y preguntó con ironía:
—¿No tengo que atracar más tiendas Telekom?
Joshua movió la cabeza.
Frank apartó el vino, nos dio las gracias de todo corazón, se levantó y se fue. Casi podías hacerte a la idea de que se mantendría sobrio una temporada. Caramba, aquel Joshua podría ganar mucho dinero con una clínica de desintoxicación en Beverly Hills.
—A veces sólo hay que escuchar a un hombre para ahuyentar sus demonios —dijo, y me sonrió.
De repente me pareció genial haber compartido el pan

martes, 28 de agosto de 2012

Libro 23. Jesús me quiere. David Safier


este libro se me hizo muy gracioso sobre todo la primera mitad, los diálogos y como se iba desarrollando la historia se me hacia sencillamente hilarante y me reí mucho, mucho mucho
cuenta la historia de una chica que por casualidad conoce a Jesús, que está en la tierra porque viene a cumplir el juicio final y el apocalipsis pero antes de destruir la tierra quiere pasar unos días viendo como vivimos ahora y disfrutar de su pasatiempo favorito: la carpintería, casualmente conoce a María que se convierte en la posible salvadora del mundo cuando se enamoran…. es un argumento simplemente tan diferente y fuera de este mundo que no podía hacer mas que reírme… la aparición del resto de los personajes como Dios, el ángel Gabriel, el diablo y hasta las referencias a la “ex” María Magdalena son geniales….
sin embargo la segunda mitad del libro se me hizo muy flojo y aburridon, además de que un poco apresurado, como que ya quería terminar el libro y no sabia como… es un libro bueno a secas…
cuotes:
+ Así pues, fui a hablar con Gabriel y, con lágrimas en los ojos, le pregunté: «¿Cómo puede haber un dios si en el mundo hay cosas tan vomitivas como las penas de amor?»
—¿Recuerdas qué te contesté? —preguntó Gabriel.
—Dios permite las penas de amor porque ha dado libre albedrío al hombre —repliqué, recitando un poco de carrerilla
+ Kata se limitó a esbozar una sonrisa burlona. No era ni una décima parte tan quejica como yo. Mientras que yo me quejaba sólo con que se me rompiera una uña del pie, ella no se quejó ni una sola vez cuando, casi cinco años atrás, tuvo un tumor en la cabeza. O, como ella decía, «la oportunidad de descubrir quiénes eran sus verdaderos amigos»
+ Primero me vinieron a la cabeza las tonterías que decíamos de adolescentes en las clases de confirmación: «Eh, Jesús, ¿qué haces tú por aquí?», «Ya ves, Pablo, colgado como siempre»
+—Gabriel ya conocía a mi madre. Le anunció que yo nacería —contestó Joshua. Aquella afirmación era desconcertante. ¿Había tenido Gabriel en sus manos el test de embarazo de la madre de Joshua? Y, si era así, ¿por qué? No era ginecólogo. Y menos aún en Palestina. ¿Tendría algo con la madre?
+ No te inquietes por el mañana, porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes —dijo Joshua-
+ Los ángeles sabían de siempre que Dios tenía un curioso sentido del humor, pero hasta entonces el sentido del humor de Dios no se había desplegado en toda su amplitud para Gabriel: que la gente practicara el sexo siguiendo el principio de darle al serrucho era una broma exquisita del Todopoderoso
+ Al llegar a casa, me bullía la cabeza: Joshua me había hablado de otra mujer; entonces ¿podía ser homosexual? Pero, por otro lado, seguro que los palestinos lo tienen difícil para salir del armario, puede que tan difícil como para ser futbolistas profesionales. A lo mejor allí, cuando quieren quitarse de encima a una mujer, prefieren decirle «Soy Jesús» a «Me gusta ponerme ropa interior de color rosa»
+ En momentos melancólicos como ése, Gabriel estaba convencido de que el amor tenía más desventajas que ventajas. Y de que Dios quizás pasaba por una mala racha cuando inventó el amor, tan imperfecto como era.
Sí, claro, el Todopoderoso nunca tenía una mala racha, eso lo sabía él, un antiguo ángel, pero no había otro modo de explicar la nostalgia que le provocaba el amor. ¿Qué sentido tenía?
Era como un ardor de estómago. No alcanzaba a comprender el misterio divino que se ocultaba detrás.
+ Al cabo de un cuarto de hora, quitamos la película y miramos La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese. Me gustó mucho más que las dos anteriores: en ésta, Jesús era de verdad un hombre. Vale, un hombre neurótico. Pero un hombre. ¿Quién no acabaría así con un padre tan dominante
+ ¿Cómo... cómo soportaste el dolor? —pregunté. Me preocupaba demasiado para callármelo.
Joshua siguió contemplando el cielo, no quería abordar el tema. Por lo visto, yo, tonta de mí, realmente me había extralimitado con esa pregunta. Estaba a punto de volver a atizarme en la cabeza, cuando Joshua contestó:
—Mi fe en Dios me ayudó a soportarlo todo
+ —El tiempo que pierdes con tus miedos, no lo recuperas nunca —me dijo Kata lacónicamente

sábado, 18 de agosto de 2012

Libro 22. La panza es primero. Rius


Releí este libro ahora que andaba acomodando el librero en mi nueva casa, lo tengo desde hace uuuuuuuu ya esta hasta deshojado jaja 

Lo padre de este libro es que es en caricatura, casi casi un comic, donde el autor habla sobre la comida mexicana, las harinas refinadas, las toxinas de la carne y obvio que le echa muchas porras a las frutas y verduras.

Al leerlo si hubo muchas cosas que me dieron asquito, porque fundamenta científicamente como nos comemos un cadáver (y es verdad), como le quitamos los nutrientes a todo cada vez que lo hacemos más refinado y “blanquito”·y cada vez que me llevo algo a la boca si me pregunto.. Porque le hago esto a mi cuerpo??? Pero luego se me olvida jajaja

Un libro muy recomendable, mucha info de nutrición y hasta con recetas de cocina! Y lo mejor es que es con dibujitos jaja

sábado, 4 de agosto de 2012

Cocina ocurrente: niño envuelto

SAM_0502Ingredientes:
1 taza de harina de trigo (200 grs.) previamente cernida $1.90SAM_0507
1 cucharada de royal o polvo para hornear $1.00
5 huevos $7.00
media taza de azucar (100 grs) $2.00
media barrita de mantequilla derretida $10.50
relleno:
SAM_0452medio kilo de fresas $6
medio litro de crema chantilly $14
papel encerado
total: $42.4 pesos mas gas

lo primero es separar las claras de las yemas de los huevos con mucho cuidado para que las claras queden completamente limpias y sin ningún resto de yema
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empezamos a batir las yemas con el azúcar hasta que se incorporen perfectamente y “blanqueen” es decir que se haga como una pasta amarillita
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agregamos la harina cernida con el royal y continuamos batiendo, se va a hacer una pasta chiclosa, agregamos la mantequilla derretida (la podemos meter 30 segundos al micro) es importante que primero se ponga la harina para que el calor de la mantequilla no cueza las yemas de huevo, aquí también podemos agregar vainilla, cocoa o algún saborizante si queremos el pan de otro sabor.
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reservamos la mezcla anterior y empezamos a batir las claras a punto de nieve… este proceso es algo tardado con una batidora convencional (también se puede hacer con batidor de globo) pero mi maravillosa Cossette lo hizo en solo un minuto! (le tomé tiempo) es maravillosa! bueno el punto de nieve es cuando las claras se vuelven blancas y espumosas y al voltear el recipiente están duras y no se caen
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y ahora ponemos la mezcla de yemas, azúcar y harina en las claras y revolvemos con cuidado y con movimientos envolventes para que se integren ambas preparaciones pero evitando que se bajen las claras, esto es necesario para que el biscocho tenga flexibilidad y se pueda enrollar fácilmente
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cubrimos una charola bajita con papel encerado, lo engrasamos y enharinamos y servimos la preparación, la esparcimos para que quede uniformemente y horneamos por 10 minutos en horno previamente calentado a 300 grados, hay que estar muy atentos a que solo se cueza, ya que si se dora no se podrá doblar, y al estar tan delgadito la cocción es muy rápida
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mientras tanto preparamos el relleno, yo piqué las fresas, reservé algunas para decorar, y las revolví con medio bote de crema chantilly, también hay que preparar un paño, secador o toalla, mojarla y exprimirla muy bien, esto nos ayudará a doblar el biscocho y atrapará la humedad para que no se rompa, el pan huele mucho a huevo pero no te preocupes porque no sabrá a huevo.
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estando listo el biscocho hay que trabajar muy muy rápido, porque hay que doblarlo mientras esté caliente, así es que se voltea la charola en la toalla, se quita el papel encerado y se cubre con el relleno, poniendo mayor cantidad en donde se empezará a enrollar y dejando espacio en la otra orilla sin relleno, ya que se va recorriendo al enrollar
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enrollamos con ayuda de la toalla, dejamos descansar el bizcocho hasta que se enfríe envuelto en la toalla y después envolvemos con papel film y lo dejamos en el refrigerador, mínimo una hora
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yo lo dejé toda la noche y al día siguiente, se saqué del refri, se cortan las orillas y lo decoré con rebanadas de fresas, intenté ponerle azúcar glass pero el biscocho queda muy húmedo y lo absorbió… también puede ir cubierto de crema chantilly, pero a casi nadie le gusta y se la quitan… así es que ni para que gastar y quedó delicioso!
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las orillas que cortaste se las come la repostera en el momento

y queda un postre muy rico… natural, con mucho sabor y no es empalagoso ni seco y es súper económico! por $42 pesos alcanza para un rollo del que salen unas 15 rebanadas de buen tamaño
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yo hice aparte para mis compas de la chamba… y literalmente voló! hasta un compañero me pidió 4 para su cumpleaños…

esta receta también puede ir rellena de nutella, pudin de chocolate. natillas, o lo que se te pueda ocurrir!