domingo, 25 de noviembre de 2012

Libro 31. Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea. Annabel Pitcher



 Vi la reseña de este libro en el blog de Bibliobulimica y un día que estaba medio desqueaserada lo ataqué.
Trata de una familia feliz, mamá, papá, hermanas gemelas y hermano menor, pero durante un atentado una de las gemelas fallece y es cuando la familia se desmorona, el padre se deprime y se hace alcohólico, la madre se refugia en un grupo de apoyo, la hermana gemela batalla buscando su propia identidad y el niño no entiende lo que pasa.
Esta escrito desde el punto de vista del niño menor y es realmente hilarante ver como él dentro de su limitado razonamiento se pregunta cómo sería la vida si su hermana siguiera viviendo y como junto con su hermana sobreviviente trata de recoger las piezas de su familia rota y rehacerla... en ocasiones reí mucho con su inocencia pero a la vez me partía el corazón con todas las cosas que hacía y que yo estaba casi segura que los adultos lo iban a defraudar… 
hubo capitulos que no quería leer.... me dolía mucho ver a este niño haciendo lo imposible por arreglar a su familia... y ver como los adultos no le hacían caso... y me sentí TAANN identificada.... algo así paso en mi casa cuando mi papá murío cuando yo tenía 6 años... así es que el libro me llegó y me dolió....
Me gustó, reí, llore, y me dio mucho de que pensar… es un libre muy completo donde se habla de terrorismo, bullyng, bulimia, etc, pero sobre todo de cómo se lleva un duelo…
Lo que más me llamó la atención fue la ironía del título “mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea” cuando lo que yacía en ella eran sus cenizas….

Si quieren saber más información sobre la autora y los premios que ha ganado con esta obra, visiten el blog de mi amiga bibliobulimica



·         * Yo le iba a preguntar por qué me estaba diciendo aquello justo cuando papá nos había prometido Empezar Desde Cero, pero me acordé de la urna sobre la repisa de la chimenea y me dio demasiado miedo la respuesta. A la mañana siguiente encontré una botella de vodka vacía en el cubo de la basura y supe que la vida en el Distrito de los Lagos iba a ser exactamente igual que la vida en Londres

·        * Un día nos pusieron de deberes en el colegio que describiéramos a alguien especial, y me pasé quince minutos para escribir una página entera sobre Wayne Rooney. Mamá me hizo romperla y escribir en su lugar sobre Rose. Como yo no tenía nada que decir, se sentó enfrente de mí con la cara toda roja y sudorosa y me dijo exactamente lo que tenía que escribir. Sonrió entre las lágrimas y dijo Cuando tú naciste, Rose señaló a tu pilila y preguntó si era un gusano y yo dije No pienso poner eso en mi cuaderno de Literatura. A mamá se le borró la sonrisa. Las lágrimas le resbalaron de la nariz a la barbilla y me hicieron sentirme tan mal que lo escribí. A los pocos días, la profesora leyó mi redacción en clase, y me gané una estrella dorada de ella y las burlas de todos los demás. Pichalarva, me pusieron.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Libro 30. La pareja rota. Luis Rojas Marcos




No estoy segura de la razón por la que este libro llego a mis manos, pero después de ver varias recomendaciones decidí leerlo.
Es una especie de ensayo que habla sobre que es una pareja, como se conforma, como empiezan las fricciones y finalmente las implicaciones psicológicas y sociales de una separación.
Sentí que es un poco técnico pero encontré muchas palabras llenas de razón, no tengo mucho que decir al respecto, mejor que el libro hable por si mismo…

Cuotes:
·         Al abordar las vicisitudes de la pareja, es importante que reconozcamos la imparable evolución del ser humano, desechemos el concepto simple y absolutista del bueno y el malo y aceptemos la inevitabilidad del conflicto. Con sus pasiones, sus ideales, sus responsabilidades y sus opciones, la relación de pareja pone a prueba hasta el límite la capacidad de entrega, compromiso, adaptación y disciplina del hombre y la mujer de nuestro tiempo.
·         Según un grupo de profesionales, cualquier restricción de la presencia materna durante la infancia crea un estado siniestro de carencia en los hijos, y les provoca temores y sentimientos profundos de inseguridad y de abandono. Para estos profesionales, los primeros años de la vida son la única oportunidad que tiene el niño para recibir la indispensable protección de todos los peligros, abusos y libertinajes el medio cultural que le rodea. Por eso, la idea de la guardería y sus posibles efectos en las criaturas ha sido durante mucho tiempo el detonante que hace estallar todos los miedos y fantasías sobre el papel de la madre. Pero estudios empíricos recientes coinciden en que los pequeños que se crían con madres que trabajan fuera de la casa crecen con completa normalidad, siempre que sean deseados por sus padres, que estén bien atendidos por terceras personas y que estos cuidados, incluso en guarderías, sean responsables y no exentos de cariño. La evidencia demuestra que la gran mayoría de los bebés y niños pequeños pueden, sin dificultad, crear lazos con otras personas e incorporar nuevas relaciones a su repertorio emocional
·         En cierto sentido, los mitos y las expectativas de nuestra cultura han colocado al padre ante una trampa insalvable: para que el hombre sea considerado «un buen padre» tiene, ante todo, que satisfacer su función de proveedor, lo que le obliga a pasar la mayor parte del tiempo fuera de la casa. Pero, al mismo tiempo, su ausencia del hogar tiende a producir en los niños problemas de carencia afectiva, confusión de identidad e inseguridad. Sin embargo, cada día hay más padres que sinceramente optan por un papel más activo y más tangible en la familia y sienten que, si fueran libres de escoger entre su ocupación profesional o dedicarse al hogar, elegirían lo último.
·         El encuentro de dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si se produce una reacción, las dos se transforman
·         Algunas parejas todavía usan los elementos tradicionales del mito de amor romántico perfecto e inagotable para describir sus relaciones, pero cada vez más estos conceptos están siendo reemplazados por loscotidianos esfuerzos que se consideran necesarios para mantener una buena unión. La pareja feliz de nuestro tiempo se considera no solo compañeros, sino además íntimos amigos y excelentes cónyuges sexuales. Aspira a una relación imbuida de un cierto feminismo y de otras cualidades saludables y sensitivas que incluyen la participación de la mujer en el mundo laboral, un menor número de hijos, y la colaboración activa del hombre con afectividad y cariño en el cuidado y educación de los niños. Hoy, las parejas insisten en que cada día hay que «trabajar» en la relación. Pero, más importante aún, sostienen que un amplio abanico de virtudes —honestidad, generosidad, deseo de mejorar, energía, entusiasmo y fuerza de voluntad para mantener el compromiso— son necesarias para preservar un emparejamiento feliz
·         La unión de amor entre dos personas está siempre en proceso dinámico de cambio y a través del tiempo adopta formas diferentes, dependiendo de los motivos que les haya llevado a unirse, la personalidad de cada uno, las circunstancias del momento y la evolución de la relación. En las primeras etapas, casi todas las parejas viven intensamente el amor romántico, la forma más turbulenta de la unión pasional. Con el paso del tiempo suele predominar el cariño, el afecto, la dependencia mutua y la amistad, a medida que las emociones intensas que acompañan al enamoramiento se van apagando y la pareja desarrolla y refuerza los lazos de ternura, el apego, la confianza, la seguridad, los intereses mutuos y la lealtad. No obstante, en otras relaciones el énfasis es la intensidad sexual basada en la atracción física, o ciertos atributos o conveniencias, como el poder económico o el status social, que sirven para ensalzar la autoestima de las personas. Tampoco hay que olvidar que también se encuentran relaciones basadas en la satisfacción neurótica o compulsiva de la necesidad de dependencia, en el ansia de dominio sobre la pareja, o en el miedo a la soledad.
·         Al principio casi todos los enamorados crean una ilusión de armonía y reciprocidad perfectas. Parte de lo que se dan el uno al otro es un empacho de ternura, admiración, comprensión, apoyo y aceptación mutua incondicional. Valoran sin cuestionar las necesidades, los sentimientos y deseos del otro, considerándolos esenciales para el mundo que comparten, y en ningún momento inconvenientes, irrelevantes o irritantes. En estas uniones románticas los enamorados sienten que han trascendido cualquier deseo unilateral de gratificación, que ambos están perfectamente compenetrados, que lo único que necesitan es simplemente ser espontáneos el uno con el otro.
·         La psicoanalista neoyorquina Ethel S. Person, en un estudio reciente sobre las relaciones amorosas, explica que un ingrediente indispensable del amor de pareja es el sentimiento de ser los primeros para otra persona. La verdad es que, con excepción de algunos breves momentos durante la infancia, raramente somos los primeros para nadie. A menudo nos damos cuenta de que las amistades, sean lo sinceras y profundas que sean, no llegan a ofrecernos el lugar exclusivo y prioritario que anhelamos. Sin embargo, el amor romántico restaura en nosotros este estado preferencial inigualable de exclusividad, de prioridad, de dicha intensa. Sentirnos la persona más importante en la vida de otro ser es uno de los factores esenciales que integran la unión de pareja, una de las premisas fundamentales que define el amor pasional
·         Muchos amores se desvanecen inevitablemente, se convierten en pura desdicha. Terminan en dolor para el rechazado y sentimiento de culpa para el que rechaza. En ocasiones el resultado es más penoso, porque el ansia de unión puede transformarse en obsesión por mantener un amor no correspondido, aunque la relación sea atormentante y mutuamente destructiva. Cuando el amor fracasa sin remedio, se desfigura y se convierte en la imagen inversa del enamoramiento. Es realmente sorprendente la intensa aversión o el asco que muchas parejas rotas sienten el uno por el otro. Quizá el destino más lamentable de una pareja ocurre cuando los sentimientos amorosos desaparecen, pero los ayer enamorados permanecen juntos, y sufren día tras día en silencio, atrapados, prisioneros de una relación vacía o fingida para salvar las apariencias
·         ¿Pero cómo se explica ese salto, esa transición de la pasión, la exuberancia, la reciprocidad, la idealización y la esperanza que experimentan los nuevos enamorados, a la resignación, el vacío, el aburrimiento, la enemistad, la desesperación o al tormento que abruman a las parejas desencantadas? El amor se destruye por diversas circunstancias. Por ejemplo, por un cambio en el equilibrio de poder en la pareja —con frecuencia más tenue de lo que cualquiera de los dos imagina—. También por continuas decepciones que dan lugar al desencanto y la frustración; por la pérdida de la armonía o el desgaste de la atracción mutua, o bien porque uno o ambos se sienten constantemente criticados, denigrados o heridos por el resentimiento recíproco, la envidia o los celos. A veces parece que la pareja ha agotado su capital emocional al no haberlo recargado con la energía de una vida sexual estimulante, con la fuerza de la confianza o con la intimidad placentera
·         La ruptura de la pareja es una de las experiencias más traumáticas, amargas y penosas que pueden sufrir los seres humanos. La decisión de romper, separarse o divorciarse, aparte de sus implicaciones sociales, económicas y, para muchos, incluso religiosas, es un proceso personal extremadamente doloroso. Creo que es precisamente este dolor la razón principal por la que se ha escrito tan poco sobre el trance de la pareja que se desgarra. Quienes no se han separado, tal vez no desean que se les advierta de que lo que sucede a otros también puede ocurrirles a ellos, y para quienes han atravesado este túnel de agonía, revivir el pasado puede ser tan angustioso que prefieren olvidarlo por completo                                                                     
·         Hay parejas que cuando ven que se aproxima lo inevitable intentan detener el proceso, usan todo tipo de fórmulas de convivencia para minimizar los enfrentamientos. Se tratan con un exceso de cortesía, duermen en camas separadas o en habitaciones distintas, corren de acá para allá, van a fiestas o visitan constantemente a los amigos y, sobre todo, ocupan su tiempo cada uno por su lado, evitando a toda costa estar los dos a solas. No es infrecuente que hasta tomen vacaciones por separado para ver si las cosas se enfrían y las aguas turbulentas vuelven a su cauce.
·         Durante un tiempo, casi todas estas parejas quieren en el fondo que la relación siga adelante. Después de todo, la ruptura implica un grave fracaso personal, pero además son muchas las razones sentimentales y prácticas para tratar de continuar viviendo juntos: el bien de los hijos, la dependencia mutua, las obligaciones sociales, el temor a quedarse solos, el miedo a lo desconocido, la inseguridad económica, el recelo al qué dirán, la resistencia a defraudar a los padres o, simplemente, el deseo de mantenerse fieles a los votos del matrimonio.
·         Hay parejas que durante una tregua pasajera de reconciliación deciden impulsivamente tener un hijo. Aunque un hijo puede que retrase el desenlace final por algún tiempo, bajo las condiciones precarias de un matrimonio que se hunde, no es más que un recurso fútil y peligroso que ignora las necesidades fundamentales de seguridad y de cariño estable de la criatura y complica enormemente las vicisitudes de la separación. Los hijos, en definitiva, ni mantienen ni amparan a un matrimonio que está en la crisis final. Por el contrario, suponen grandes responsabilidades y exigen cariño, dedicación y energía. Estos requisitos no se pueden satisfacer dentro del entorno inestable y conflictivo de una pareja desgraciada
·         Entre los nuevos separados, las sorpresas, las situaciones novedosas y los sentimientos inesperados no tienen fin. ¿Quién les iba a decir, por ejemplo, que la soledad sería tan dura como la compañía del cónyuge, por muy hostil o despegada que esta fuera? La parte que se queda con los hijos sufre este mismo sentimiento de aislamiento porque, en el fondo, la soledad está dentro de ellos mismos. Es darse cuenta de que la relación se acabó, de que el compañero se fue para no volver. Es sentirse desposeídos y desconectados del mundo, de ese mundo que conocían y al que pertenecían.
·         Por fin, llega el día que quienes han decidido romper no tienen más remedio que comunicárselo a los demás. Sin embargo, nadie ha prescrito ni definido la forma socialmente aceptable de hacerlo, por lo que la mayoría de las parejas se encuentran en una situación incierta, análoga a la de tener que comunicar a otra persona una terrible noticia, como la muerte de un amigo. Al recibir la nueva, la gente reacciona con sorpresa, con preocupación y, no pocas veces, también con curiosidad. Para quien lo cuenta resulta una tarea difícil, un tanto vergonzante y, desde luego, incómoda. Ante estas circunstancias se intenta agotar las explicaciones, las excusas, repartir la culpa y, sobre todo, buscar comprensión y apoyo.
·         Existen parejas que intentan de hecho la reconciliación, para a los pocos días o semanas convencerse finalmente de que tales proyectos de reparación no son más que una nueva prueba de que la vieja relación no tiene cura. En ciertos estudios se ofrece una cifra de hasta un 50 por 100 de parejas divorciadas que en algún momento piensan seriamente en la posibilidad de reconciliarse. Por lo general, la tentativa es breve y no dura más que escasos días. En la mayoría, los sentimientos positivos residuales languidecen durante los primeros meses que siguen a la separación oficial. Las razones son evidentes: el irremediable rencor, las complicaciones legales y, sobre todo, el dolor inherente a la ruptura. En otros casos la desaparición de las cenizas de añoranza es también el resultado de la nueva vida o del establecimiento de nuevas relaciones. En definitiva, el sufrimiento que implica el proceso de ruptura en la pareja cumple siempre un objetivo: ayudar a cortar las ataduras de la vieja unión 
·         El resentimiento entre los divorciados suele tardar años en desaparecer. Se ha dicho que, con excepción de unas pocas que se odian profundamente para siempre, la mayoría de las parejas rotas estarían dispuestas a ayudarse en caso de emergencia. La verdad es que, después de un tiempo, casi todas logran reconstruir sus vidas independientes y satisfacer sus necesidades emocionales a través de nuevas relaciones. Al mismo tiempo, van perdiendo el deseo de participar en la vida de sus ex cónyuges y llegan a conseguir un distanciamiento, a medida que el fuego del odio se debilita, dejando quizá solo unas cenizas remanentes de rencor. Finalmente, llega el día en el que quienes logran llenar el vacío que dejó la ruptura no miran más a sus antiguos compañeros, ni como amigos ni como enemigos, reconfiguran su existencia con otras uniones genuinas y afectivas y se sienten de nuevo gratificados por la vida
·         La respuesta de la familia de la pareja que se rompe varía mucho, según la composición o el modelo de hogar, la naturaleza de las relaciones entre sus miembros y los valores culturales y sociales del momento. Pero, en cualquiera de los casos, los padres, hermanos y demás parientes cercanos juegan un papel importante en el proceso de la ruptura. La suposición de que cuando uno se ata emocionalmente lo hace con la persona y no con la familia de esta es literalmente cierta, pero a la hora de producirse la separación muchas veces deja de serlo
·         No hay duda de que los padres siempre desean que sus hijos sean felices, pero ante estas razones imprecisas o abstractas algunos no pueden evitar preguntarse: ¿cómo es que mi hijo es capaz de romper el hogar simplemente por diferencias de carácter, o para realizarse y ser más feliz? Para muchos padres estas razones son frívolas, egoístas y representan falta de madurez, de disciplina y de sentido de la responsabilidad. Por otra parte, los padres con hijos que se separan deberán adaptarse a otros cambios, incluyendo los que se producen en las relaciones con la familia política, porque con la ruptura las reglas cambian, lo que suele implicar angustia y desconcierto
·         Por fuerte que sea el dolor, se hace más sufrible cuando uno está convencido de que sobrevivirá la enfermedad que lo causó y que con el tiempo se curará. La peor calamidad se vuelve tolerable si uno cree que el final está al alcance de la vista. La peor agonía se mitiga tan pronto como uno cree que el estado de angustia es reversible y cambiará. Solo la muerte es absoluta, irreversible, final; primero que nada la nuestra, pero igualmente la de otros
·         La gran mayoría de las parejas que rompen superan con éxito esta última etapa de volver a empezar y de reintegración en la nueva vida social. Después de un período de tiempo, lucha y esfuerzo, establecen relaciones nuevas, auténticas y gratificantes. Esto no nos debe sorprender, porque los seres humanos somos las criaturas vivientes con mayor capacidad de adaptación
·         La incompatibilidad de la pareja siempre da lugar a la desdicha de quienes la integran y genera temor, ansiedad, resentimiento y hastío. Al principio, la pareja trata de protegerse de tales sentimientos dolorosos utilizando mecanismos psicológicos de defensa que se reflejan en todo tipo de justificaciones, pretextos, disculpas, negaciones, sublimaciones o incluso distracciones a través de síntomas físicos o de hipocondría. Mientras dura su efectividad, estas defensas representan formas relativamente económicas de lidiar con una relación infeliz. Pero tarde o temprano, quienes ignoran o se resignan a una unión conflictiva y desgraciada sin solución terminan pagando un precio muy alto por sus defensas: la alienación, la amargura, la apatía y, en definitiva, la desmoralización y la infelicidad
·         A la postre, las parejas rotas, a pesar de la tragedia humana que representan, no significan la muerte del amor ni del hogar, sino su renacimiento. Reflejan cambio, pero también continuidad. Un final y también un principio. La caída de ideales frustrados y el surgimiento de una nueva ilusión. Porque la necesidad de relación es una fuerza instintiva y vital insaciable en el ser humano